miércoles, 19 de junio de 2013

El cocinilla revolucionario

Me gusta la cocina. Disfruto cocinando y no me importa tirarme la mañana del domingo preparando la comida para la semana para mí y para mi pareja. Me agrada planificar el menú semanal: Un plato de verdura, una carne, un pescado, arroz o pasta, legumbres en invierno o ensaladas en verano; a veces cosas sencillas a la plancha o cocidas, otras algo mas complejas.
Me apasiona experimentar, mezclar sabores, probar cosas distintas... Es algo que he mamado desde pequeño.
Mi madre, por su profesión, estuvo mucho tiempo entre fogones y al llegar a casa seguía en ellos. Todo lo que sé y lo que aprendo con cada nueva pregunta que le hago, se lo debo a ella.
Como hacer bien un filete, los ingredientes y proporciones para un gazpacho de rechupete, como preparar unas lentejas como dios manda o como hacer un simple arroz blanco (hay! me apasiona el arroz blanco) para chuparse los dedos... No, no basta con poner agua a hervir y echar sal.

Por eso y por otras muchas cosas, al leer este artículo del blog de el comidista me he venido arriba y me he dicho: ¡A escribir!

Michael Pollan es un periodista, escritor y activista muy conocido en Estados Unidos que defiende que, dado el clima de opresión, control y despojamiento de todo lo que huela a libertad que está llevándose a cabo en todo el mundo sólo hay "dos maneras de actuar" para revolverse y enfrentarse a "los poderes".
Una de dos: o te lanzas a las calles y a las plazas a protestar frente a los antidisturbios preparados para dar caña, o te encierras en tu cocina y... COCINAS.
Según vas leyendo el artículo, te das cuenta de que la filosofía que sigue Pollan, aún con sus puntos en los que discrepo, tiene bastante sentido y que, tomada de una forma seria y sabiendo mirar más allá de las propias palabras, tiene mucho más sentido y puede ser mucho mas efectiva de lo que pueden llegar a ser 10000 personas concentradas en la plaza Y del país X .
Y es que, aunque nosotros como individuo somos un simple grano de arena ínfimo en un gigantesco desierto, formamos parte de un "ser" que es capaz de tragarse ciudades enteras y que avanza lenta, pero inexorablemente.

Cada vez que encendemos un fuego y ponemos unos garbanzos a cocer, le estamos diciendo a la industria ¡basta!; basta de considerárnos como meros consumidores. Cada vez que fríes unas patatas, recuperas una parte del proceso de producción de la comida y evitas convertirte en un ser que únicamente se sienta en su sofá y espera a que le den de comer, le den de beber y lo hagan todo por el. Un día ya no tendremos ni que masticar...
Según el propio Pollan:  

"Cocinar por el puro placer de hacerlo y dedicar parte de nuestro tiempo de ocio a ello es declarar nuestra independencia de las corporaciones que buscan convertir cada momento en una ocasión para consumir. Es rechazar la debilitadora idea de que, al menos cuando estamos en casa, producir es un trabajo que debemos dejar a otros, y de que la única forma legítima de ocio es el consumo. Esa dependencia que los vendedores llaman 'libertad"

Pero, ¿por qué voy a perder el tiempo cocinando si ya hay quien lo puede hacer por mí? Es cierto que hay veces que cocinar puede resultar un poco coñazo; o incluso, podemos pensar (y no nos faltaría razón) que cocinar es, desde un punto de vista estrictamente racional, una perdida de tiempo.
Es mejor que tu te dediques a tu tarea y dejar el resto para otros.
Pero esta afirmación entraña sus riesgos y no son pocos: Si desconectamos del mundo hasta tal punto que dejamos en manos de elementos externos todo lo que no concierne a nuestro trabajo, esto puede desembocar en una falta de conexión con la realidad material y con los efectos de lo que hacemos insensibilizándonos y no dejándonos ver las consecuencias que acarrean la producción de todos los bienes que consumimos, por poner un ejemplo.

Cocinar es una manera de "devolvernos a la tierra" y restaurar las raíces que nos unen a ella.
Al trocear un pollo con tus propias manos, te das cuenta de que te vas a comer algo que anteriormente estuvo vivo, algo que respiraba y lo mismo te empiezas a preguntar cómo habrá sido criado, que condiciones de alimentación habrá tenido... Comienzas a ser consciente de tu entorno, de lo que te rodea.
Aciertas a ver que no eres un individuo aislado, que todos tus actos y los de los que te rodean, tienen sus consecuencias, positivas o negativas.

Leerse el artículo completo, que merece la pena.

Un saludo, Fer.


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